No es sencillo leer a alguien a quién aprecias, más todavía si te ofrece hacer de beta y leer el borrador de lo que será la novela, como hizo Miriam. Temía tener que decirle algo malo de su obra, que no convencía, que no llenaba. Sabía que sería bueno y cuidado, como todo lo que ella hace; aunque Marafariña es un libro con un alma enorme, mucho dolor y una gran belleza. Escribir una segunda parte que estuviese a la altura parecía una tarea titánica. Creí también que volver a su bosque, su río y su mar sería complejo. Por eso, al principio me mostré reacia aunque estuviera deseando saber qué ocurría, como continuaba la historia de Ruth y Olga. Me temo que poco pude aportar como lectora a ese borrador, un tanto inmaduro todavía, que era como el capullo de una flor, de un conjunto de flores, en realidad. Pero desde el principio y a pesar de mis reservas, supe que la escritora haría un magnífico trabajo.

Terminé de leer la versión final este mismo fin de semana. Miriam me dijo que esperaba que notase la diferencia. Y la noté. Las flores brotaron, rompiendo el verde y dejando paso al violeta. Porque esas flores necesitan una raíz, un tallo y unas hojas. Y son efímeras, dan paso al fruto y a la semilla. Y de ahí el resultado es la eternidad de un ciclo como eternas son las letras mientras queden lectores que las resuciten.

Este libro segundo no solo está mucho más pulido y trabajado de lo que esperaba, sino que he visto la evolución del estilo de la autora, tanto en lo puramente literario como en la filosofía que desprenden sus letras. Si Marafariña era el lamento de un espíritu torturado, Inflorescencia es un canto a la vida, la sororidad y la esperanza. Tiene tristeza, tiene sufrimiento, como la existencia misma, pues no puede brotar la vida sin dolor. No hay primavera ni belleza sin que nada se rompa.

Tenemos a los personajes conocidos; Ruth, sus padres y un Jaime que me sorprendió mucho; Elisa y Mario y su difícil relación; Olga, que sigue teniendo su pilar en Penélope, ante un Valentín un tanto ausente. También aparecen nuevos personajes, como Elías y el resto de compañeros de trabajo de Olga.

Lo metaliterario tiene de nuevo importancia, con varios guiños a Fontiña y al anterior libro. He de decir que, aunque os recomendaría leer Marafariña y Todas las horas mueren, no es necesario para disfrutar esta lectura y puede leer perfectamente de manera independiente. Aunque en cuanto leáis uno de estos libros tendréis ganas de leer los demás.

Seguimos disfrutando de esa alma y ese estilo poético que caracterizan a la escritora gallega, notable en todas sus obras. Pero vemos que ha crecido. Ruth y Olga también. Han abandonado Marafariña, pero la aldea no las abandona a ellas, la llevan allá dónde van como si estuviese escrita en su piel. Ya no son dos adolescentes locas de amor, parecen haberse resignado. Pero algo sucede, una buena noticia, una nueva esperanza. Para ambas resurge la vida, aunque de otra manera. Sin embargo el río, el claro del bosque, la vieja iglesia y las ruinas, los escombros del ayer, siguen llamándolas.

Resumiéndolo mucho, Inflorescencia es una obra inolvidable, de las que te renueven algo dentro, que te dejan huella. Está además muy cuidada y bien escrita. Una de esas historias que son necesarias, en las que se nota que su autora tenía que contarla, soltarla al mundo. Y menos mal que decidió hacerlo, Ruth y Olga merecían un final nuevo.

Os dejo un par de citas, de las muchas que me impresionaron de este libro, para animaros de nuevo a leerlo.

“Un cementerio de recuerdos que ni siquiera le estaba permitido tener.”

“Era su forma de llorar. De esconderse. El golpeteo constante y doloroso era la banda sonora de sus noches, de las eternas mañanas en las que no lograba dormirse, de los vacíos en un presente que no sabía rellenar. El agujero de pecho convertido en literatura, puro arte, pura belleza.”

2 comentarios en “Inflorescencia, de Miriam Beizana Vigo

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